El universo femenino no deja de sorprendernos. Y si se trata de mujeres, Tamborelá es una sobrada muestra de la fuerza creadora que pueden desplegar. Asistir a uno de sus espectáculos es color, música y arte.
No sólo basta con abrir los oídos y los ojos; también el alma se abre, seducida por el talento de estas cinco muchachas que saben cómo poner el ritmo y la pasión al servicio de quien guste compartir un rato con ellas.
Cantar y bailar
La cita, domingo por la tarde. Las anfitrionas, cinco mujeres de tambor batir. La invitación, pasar unas horas viendo la cocina del espectáculo en el que presentan su nuevo disco, titulado MUJERES AL PIE DE LA CORDILLERA.
Tras el ruidoso saludo de bienvenida, me acomodé en el suelo, casi en medio de las chicas y sus sets. Todo a mi alrededor era colorido, y había muchos más instrumentos que personas. No tardarían en demostrarme como podían ejecutarlos en simultáneo, y a la vez cantar y bailar.
El ambiente era distendido, con risas y comentarios de por medio, pero sin dejar de lado la seriedad que los verdaderos profesionales conocen. Bastaba el primer golpe de tambor para que todas estuvieran atentas, y concentradas en su labor.
La propuesta me era conocida, gracias a su anterior material discográfico, y a la innumerable cantidad de presentaciones que hicieron en estos seis años que llevan trabajando. Pero a la vez, todo me parecía nuevo.
Con olor a tierra fresca
En esta oportunidad, el universo se condensó sobra nuestra hermosa cordillera, esa que desde la intensa y roja tapa del disco recorren mil mujeres. Allí, con olor a tierra fresca y algunos aires sureños, me transportaron las artistas con su propuesta, que esta vez había dejado las apacibles aguas de su primer trabajo, para mostrarme toda la potencia de la que son capaces.
Con la fuerza explosiva de su propia voluntad creadora, comenzaron a tocar. La música que inmediatamente sonó era nueva, pero la letra me resultaba conocida. Me llevó unos segundos darme cuenta de que con un exquisito gusto y una potencia admirable, habían sabido hacer de "Eva", de Silvio Rodríguez, una canción para cantar y bailar. De pronto, dos de ellas coparon la sala de ensayo, para bailar casi literalmente al lado mío.
Esa tierra a la que le cantaban
Como la letra rezaba, se trataba de mujeres. Mujeres que gritan con independencia y son su propio sustento. Que cantan al viento “por eso mismo lo voy a hacer ahora, lo voy a hacer”. Y lo hacen. Con talento y desfachatez, no sólo en las letras del músico cubano, sino también con una arrulladora invitación a pensar "El Cigarrito" de Víctor Jara que interpretaron a continuación. Y lo volvieron a hacer, una y otra vez, con una profunda y casi aromática versión de "La Nostalgiosa" del dúo Falu/Dávalos, una exquisita interpretación de "La Jardinera" de Violeta Parra (que cuenta en el disco con la participación de la vientista Nuria Martinez), y también con la hermosa conexión con la tierra que supieron establecer al interpretar "Echen Coplas y Dicen que el mundo es redondo", ambas recopilaciones de la inconmensurable Leda Valladares como ellas mismas definen. Matices, muchos matices. Desde este lado del planeta eligieron también apelar a sus creaciones, audaces, sutiles, delicadas y vigorosas, como "Luna Feliz" de Anahi Mariluan, "Madera Tambor" compuesta junto a Paola Fassi, "Mapu Alum" en lengua mapuche, y algunos temas instrumentales como "Apacheta", "Bombos Marchando" y "Cielo Sur", que dieron descanso a la voz pero jamás al ritmo poderoso de los tambores en manos de mujeres.
El ensayo fue intenso. Tuve ganas de bailar, y hasta de zapatear cuando ellas mismas lo hicieron, atreviéndose una vez más a lo que otrora se reservara a los hombres. Pero no pude, y no porque el espacio fuera profundamente reducido, sino porque me había transportado tan lejos esa imagen, que no pude despegarme del suelo, de esa tierra a la que le cantaban.
Invitación
Podría decir que accedí a un evento del que nadie puede participar. Sin embargo me equivocaría, porque la solvencia que mostraron estas jóvenes artistas en el ensayo es suficiente para colmar cualquier teatro, cualquier sala en la que se presenten, y dejar a todo el mundo ya no meramente satisfecho, sino embelesado. De modo que allí iré, a verlas, oírlas y disfrutarlas al teatro en que se presentan. Y desde mi humilde lugar de espectador los invito, porque incluso mis palabras pueden resultar apenas un recorte de lo que Tamborelá puede regalarnos.
Sin duda alguna MUJERES AL PIE DE LA CORDILLERA es, además de una fuerte carta de presentación, una nueva muestra de lo diverso y cautivador que pueden lograr las mujeres cuando deciden echar manos a la obra, y parir percusión, canto y danza de alto vuelo.
No sólo basta con abrir los oídos y los ojos; también el alma se abre, seducida por el talento de estas cinco muchachas que saben cómo poner el ritmo y la pasión al servicio de quien guste compartir un rato con ellas.
Cantar y bailar
La cita, domingo por la tarde. Las anfitrionas, cinco mujeres de tambor batir. La invitación, pasar unas horas viendo la cocina del espectáculo en el que presentan su nuevo disco, titulado MUJERES AL PIE DE LA CORDILLERA.
Tras el ruidoso saludo de bienvenida, me acomodé en el suelo, casi en medio de las chicas y sus sets. Todo a mi alrededor era colorido, y había muchos más instrumentos que personas. No tardarían en demostrarme como podían ejecutarlos en simultáneo, y a la vez cantar y bailar.
El ambiente era distendido, con risas y comentarios de por medio, pero sin dejar de lado la seriedad que los verdaderos profesionales conocen. Bastaba el primer golpe de tambor para que todas estuvieran atentas, y concentradas en su labor.
La propuesta me era conocida, gracias a su anterior material discográfico, y a la innumerable cantidad de presentaciones que hicieron en estos seis años que llevan trabajando. Pero a la vez, todo me parecía nuevo.
Con olor a tierra fresca
En esta oportunidad, el universo se condensó sobra nuestra hermosa cordillera, esa que desde la intensa y roja tapa del disco recorren mil mujeres. Allí, con olor a tierra fresca y algunos aires sureños, me transportaron las artistas con su propuesta, que esta vez había dejado las apacibles aguas de su primer trabajo, para mostrarme toda la potencia de la que son capaces.
Con la fuerza explosiva de su propia voluntad creadora, comenzaron a tocar. La música que inmediatamente sonó era nueva, pero la letra me resultaba conocida. Me llevó unos segundos darme cuenta de que con un exquisito gusto y una potencia admirable, habían sabido hacer de "Eva", de Silvio Rodríguez, una canción para cantar y bailar. De pronto, dos de ellas coparon la sala de ensayo, para bailar casi literalmente al lado mío.
Esa tierra a la que le cantaban
Como la letra rezaba, se trataba de mujeres. Mujeres que gritan con independencia y son su propio sustento. Que cantan al viento “por eso mismo lo voy a hacer ahora, lo voy a hacer”. Y lo hacen. Con talento y desfachatez, no sólo en las letras del músico cubano, sino también con una arrulladora invitación a pensar "El Cigarrito" de Víctor Jara que interpretaron a continuación. Y lo volvieron a hacer, una y otra vez, con una profunda y casi aromática versión de "La Nostalgiosa" del dúo Falu/Dávalos, una exquisita interpretación de "La Jardinera" de Violeta Parra (que cuenta en el disco con la participación de la vientista Nuria Martinez), y también con la hermosa conexión con la tierra que supieron establecer al interpretar "Echen Coplas y Dicen que el mundo es redondo", ambas recopilaciones de la inconmensurable Leda Valladares como ellas mismas definen. Matices, muchos matices. Desde este lado del planeta eligieron también apelar a sus creaciones, audaces, sutiles, delicadas y vigorosas, como "Luna Feliz" de Anahi Mariluan, "Madera Tambor" compuesta junto a Paola Fassi, "Mapu Alum" en lengua mapuche, y algunos temas instrumentales como "Apacheta", "Bombos Marchando" y "Cielo Sur", que dieron descanso a la voz pero jamás al ritmo poderoso de los tambores en manos de mujeres.
El ensayo fue intenso. Tuve ganas de bailar, y hasta de zapatear cuando ellas mismas lo hicieron, atreviéndose una vez más a lo que otrora se reservara a los hombres. Pero no pude, y no porque el espacio fuera profundamente reducido, sino porque me había transportado tan lejos esa imagen, que no pude despegarme del suelo, de esa tierra a la que le cantaban.
Invitación
Podría decir que accedí a un evento del que nadie puede participar. Sin embargo me equivocaría, porque la solvencia que mostraron estas jóvenes artistas en el ensayo es suficiente para colmar cualquier teatro, cualquier sala en la que se presenten, y dejar a todo el mundo ya no meramente satisfecho, sino embelesado. De modo que allí iré, a verlas, oírlas y disfrutarlas al teatro en que se presentan. Y desde mi humilde lugar de espectador los invito, porque incluso mis palabras pueden resultar apenas un recorte de lo que Tamborelá puede regalarnos.
Sin duda alguna MUJERES AL PIE DE LA CORDILLERA es, además de una fuerte carta de presentación, una nueva muestra de lo diverso y cautivador que pueden lograr las mujeres cuando deciden echar manos a la obra, y parir percusión, canto y danza de alto vuelo.
(Nota publicada en el Boletín Nro. 5 de Arteadentro)