martes, 17 de agosto de 2010

Novia con bigotes, se busca

Traído del arcón de la memoria, desde uno de mis antiguos blogs, les regalo uno de los textos que más disfruté escribiendo...

Hoy me asaltó un recuerdo y quiero compartirlo.

Año 1982. Jardín de infantes “Campanitas”, del barrio de Liniers. Maestras, entre las cuales recuerdo a la señorita María del Carmen, a quien para hacer rabiar le decíamos María del Carne. Compañeros, entre los cuales recuerdo a mi amiguísimo Julián. Y aunque usted no lo crea… una novia.

Se llamaba Celeste. Su nombre era el resultado de una lista familiar con colores pendientes: su madre se llamaba Violeta, su Abuela era Blanca, su hermana se llamaba Azul. Será por eso que eligió un novio rosa…

Celeste era una nena regordeta y bastante revoltosa. Subía a la trepadora con más facilidad que yo, y jugaba a la pelota conmigo. Recuerdo cómo nos revolcábamos por la arena y cómo con mis manos delicadas le enseñaba a armar figuras con los bloques de madera.

Su delantal siempre tenía más agujeros que el mío, y más manchas también. Tomaba la leche con rapidez y desenfado, manchando toda su cara. Mientras tanto, yo, detrás de mi vaso rojo con forma de bota tejana, la miraba con admiración, sumido en mis breves sorbos.

Esta imagen, esta escena casi romántica, me lleva a un hallazgo, algo perdido durante mucho tiempo en el arcón de la memoria. Como si le faltara algo para poder terminar de definirla como un absoluto chongo, Celeste tenía algo que a mí cuerpo tardaría doce años más en aparecerle: bigotes.

No, no hablo de la huella que la merienda deja sobre la boca. Hablo de bigotes, con todas las letras. Sí, era de esas nenas que son muy velludas. Quién sabe si comería puros alimentos yang, o si tenía un desbarajuste hormonal, o qué… La cuestión es que mi novia, mi primera novia, tenía bigotes.

Toda una revelación. Es increíble cómo desde pequeños vamos forjando una imagen del candidato perfecto, ese objeto de deseo que perseguiremos a lo largo de la vida cambiándole la cara cada tanto.

Los amores cambian, evolucionan, pero a menudo podemos ver, si nos detenemos a observar a la distancia, cómo presentan similitudes. Con más o menos cosas resueltas, con más o menos conciencia sobre su propio ser, nuestros amores suelen compartir cosas en esencia, aunque no nos guste reconocerlo.

Hoy me siguen gustando aquellos que tienen barba y bigotes. Hoy me siguen llamando la atención aquellos que saben jugar y crear poniendo el cuerpo sin temores. Hoy, mi novia con bigotes forma parte de mi recuerdo y de mi presente, de esos hombres comunes y corrientes que tras mi propia barba desprolija miro fascinado.

Publicado originalmente el 16/04/2008
Dibujo aportado por Gimena Cebrones, inspirado en esta historia.
Gracias Gime!

6 comentarios:

  1. Ey! Me encantó tu espacio.
    Voy a seguir pasando por aquí, gracias!
    Saludos =)

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  2. Bienvenido!
    Me encantó aquello de "los infinitos closets y las infinitas maneras de salir de ellos"!
    Seguiremos pasando por aquí :D

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  3. me encanto el cuento ale! a mi me gustaba un nene que se llamaba melchor.. y recuerdo perfectamente que el primer dia que llego al jardin le acaricie la cabeza de manera super maternal.. tenia el pelo medio larguito rendondo.. y pense que era una nena! jaja me trajo muchos recuerdos tu cuento! beso grande (lau amiga de be)

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  4. Babs, bienvenida y gracias por tus palabras!

    AACH, qué placerazo tenerlas por acá! Nos seguimos leyendo.

    Lau, qué bueno verte aquí, gracias por compartir tu recuerdo!

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  5. Dani juro que me acuerdo de ese post me habia parecido tan tierno, que lindo que lo hayas compartido nuevamente.
    Beso

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  6. yiya, qué bueno que lo recuerdes, es una de las etapas de mi vida más felices, por eso la evoco tanto...
    se vienen otros textos de mis antiguos blogs, que iré tamizando con lo nuevo, para que todos vayan conociendo esos momentos, esas historias que me han hecho quien soy.
    besos

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