martes, 24 de agosto de 2010

Vertical

Otra vez se abre el arcón, otra vez traigo un texto de uno de mis antiguos blogs. Uno de los primeros que posteé. Aquí vamos...

El más pistola. El más poronga. El más banana. El más pija.

Todas estas son frases de una sociedad tetosteronizante, en la cual cuanto más macho sos, más “piola” y con más autoridad moral y política. Porque los verdaderos hombres ponen los huevos sobre la mesa.

Las pelotas. Las bolas. Los cojones. Los culeones. Los testículos.

El falo. El miembro. El pene. El pito. El pirulín. La pichona. El sable. El palo. La verga. La anaconda. El rabo. La tararira. El pingo. El nabo. La picha. El pomo.

Algo tan importante en nuestra sociedad que se le han dado tantos nombres como contextos ameriten su referencia. Porque es omnipresente. Porque está hasta donde no debe.

Cuando se habla de pecados se lo incluye. Cuando se habla de santidad se lo excluye.

Hasta cuando se habla de lesbianas lo ponen en el medio. Hablan de su falta. De su necesidad (¿?)

Una travesti debe ocultarlo pero tenerlo. Un hombre debe usarlo. Si no penetra, no hubo sexo.

Un varón gay debe definirse sí o sí como activo o pasivo. Estúpido pero real.

Si una mujer está nerviosa es porque “le falta una buena pija”. Si un tipo está de mal humor es porque “hace rato que no la pone”.

Cuando se habla de cultura se habla de “penetración”. Cuando alguien demuestra lo que sabe hace una “ponencia”. Cuando un verdadero hombre no está de acuerdo con el jefe o el gobierno que “se la puso” con el último convenio, debe hacer un “paro”. Las construcciones se “erigen”. Y la lista continúa…

Desde el hombre que espía el tamaño de quien está en el mingitorio de al lado, hasta la madre que busca en la ecografía ESO que marca la diferencia. Desde el adolescente que se mira al espejo mientras se masturba, hasta el anciano que compra pastillas para sostener la única parte de su cuerpo que necesita funcional para ser digno.

Estamos literalmente “atravesados” por un gran pene. Si alguna vez lo representaran en el cine, la gran teta de Woody Allen pediría indemnización por daño moral.

Por un mundo menos vertical…

Sáquennosla que nos duele.

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